Película denuncia del veterano Wajda sobre el exterminio de 22.000 polacos en los bosques de Katyn a manos de los ejércitos de Stalin; la película es polaca y fue nominada al Oscar en la categoría de mejor film extranjero (finalmente ganó la alemana los falsificadores reseña en hasta aquí...)
"Es probable que Katyn sea mi último film -ha dicho Andrzej Wajda, que está próximo a cumplir 82 años-, pero lo que sí puedo asegurar es que se trata de la película más personal que he hecho jamás." el gran cineasta polaco vuelve a abordar un episodio de la historia polaca del siglo XX, pero esta vez el retrato viene entretejido con su propia historia familiar. Jakub Wajda, su padre, capitán del 72º regimiento de infantería, fue uno de los 22.500 polacos, civiles y militares que, por orden de Stalin, fueron asesinados en 1940 por las tropas soviéticas en el bosque de Katyn, una pequeña localidad cercana a Smolensk, en el oeste de Rusia. "Yo quería relatar una historia sobre algo que experimenté, sobre mi padre y mi madre. Todo ocurrió en una época que recuerdo aún: tenía 13 años cuando comenzó la guerra", ha subrayado el director, que como todos sus contemporáneos vivió en la incertidumbre y la mentira: nada se supo del destino de los polacos apresados, y cuando las tropas alemanas encontraron las fosas comunes en 1943, la Unión Soviética negó su responsabilidad en la matanza y acusó de ella a los nazis, algo que también obligó a hacer al gobierno polaco de posguerra (Occidente prefirió callar para no perjudicar a sus aliados en la lucha contra el nazismo).
"Es probable que Katyn sea mi último film -ha dicho Andrzej Wajda, que está próximo a cumplir 82 años-, pero lo que sí puedo asegurar es que se trata de la película más personal que he hecho jamás." el gran cineasta polaco vuelve a abordar un episodio de la historia polaca del siglo XX, pero esta vez el retrato viene entretejido con su propia historia familiar. Jakub Wajda, su padre, capitán del 72º regimiento de infantería, fue uno de los 22.500 polacos, civiles y militares que, por orden de Stalin, fueron asesinados en 1940 por las tropas soviéticas en el bosque de Katyn, una pequeña localidad cercana a Smolensk, en el oeste de Rusia. "Yo quería relatar una historia sobre algo que experimenté, sobre mi padre y mi madre. Todo ocurrió en una época que recuerdo aún: tenía 13 años cuando comenzó la guerra", ha subrayado el director, que como todos sus contemporáneos vivió en la incertidumbre y la mentira: nada se supo del destino de los polacos apresados, y cuando las tropas alemanas encontraron las fosas comunes en 1943, la Unión Soviética negó su responsabilidad en la matanza y acusó de ella a los nazis, algo que también obligó a hacer al gobierno polaco de posguerra (Occidente prefirió callar para no perjudicar a sus aliados en la lucha contra el nazismo).
"La mentira de Katyn se convirtió en la base de la amistad entre Rusia y Polonia", asegura Wajda, y también recuerda que su madre, como muchas otras viudas y huérfanos, conservó hasta su muerte la esperanza de que su marido hubiera sobrevivido, dado que su nombre nunca apareció en ninguna lista oficial de militares polacos muertos en la Segunda Guerra Mundial.
Rusia reconoció su responsabilidad en las muertes sólo en 1990, 47 años después de conocida la suerte de los desaparecidos bajo la nieve al oeste de Smolensk, aunque rehusó calificarlas como crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad.
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